Augusto Comte

29.08.2014 02:31

Augusto Comte

(Auguste Comte; Montpellier, 1798 - París, 1857) Pensador francés, fundador del positivismo y de la sociología. Con la publicación de su Curso de filosofía positiva (1830-1842), Augusto Comte apadrinó un nuevo movimiento cultural del que sería considerado iniciador y máximo representante: el positivismo. Tal corriente dominaría casi todo el siglo XIX, en polémica y algunas veces en compromiso con la tendencia antagonista, el idealismo. Como todos los grandes movimientos espirituales, el positivismo no se deja fácilmente encasillar en las etiquetas de una definición estricta y precisa. En sentido muy lato, puede decirse que es una revalorización del espíritu naturalista y científico contra las tendencias declarada y abiertamente metafísicas y religiosas del idealismo.

Biografía

Rompiendo con la tradición católica y monárquica de su familia, Augusto Comte se orientó durante la época de la Restauración hacia el agnosticismo y las ideas revolucionarias. Después de una primera juventud cerrada y rebelde, ingresó en 1814 en la Escuela Politécnica de París, donde, en contacto con las ciencias exactas y la ingeniería, se sintió atraído fuertemente, junto con muchos compañeros de escuela, hacia aquella especie de "revolución de los técnicos" que iba predicando el Conde de Saint-Simon.


Augusto Comte

Disuelta la Escuela Politécnica por el gobierno reaccionario de 1816, Comte, contra la opinión de sus padres, permaneció en París para completar sus estudios de forma autodidacta, ganándose el sustento con clases particulares de matemáticas, que durante casi todo el resto de su vida fueron su fuente principal de ingresos. Desde 1817 se vinculó a Saint-Simon, para el cual trabajó de secretario hasta su ruptura en 1824. Ese año un trabajo de Comte (Plan de los trabajos científicos necesarios para reorganizar la sociedad) fue reprobado por su maestro.

El motivo de la discordia era mucho más profundo: Saint-Simon y Comte habían compartido durante largo tiempo el concepto de una reorganización de la sociedad humana a través de la dirección de las ciencias positivas, y formaron conjuntamente el plan de renovar por completo la cultura para elevarla al nivel de tales ciencias; pero Saint-Simon quería pasar de los planes científicos a la organización práctica de aquel "sacerdocio" que habría de dirigir la nueva sociedad, en tanto que Comte no consideraba todavía completos los desarrollos teóricos.

La publicación por su cuenta de aquella obra le granjeó la amistad y aprecio de numerosos historiadores, políticos y científicos (Guizot, A. von Humboldt, el duque de Broglie), sintiéndose Comte estimulado para emprender su gran obra, aquella enciclopedia de las ciencias positivas que sería luego el Curso de filosofía positiva (1830-1842). Mientras tanto, sin la aprobación de sus padres, se había unido en matrimonio civil con una joven y cultísima dama de París, mujer de eminentes cualidades intelectuales, enérgica y devota de su marido, pero quizá no tan tierna y sumisa como él hubiera deseado. Precisamente por aquel tiempo (1826-1827) sufrió Comte su primer acceso de locura; los padres hubiesen querido recluirlo, pero su esposa supo retenerlo junto a sí con gran energía y curarlo.

Ya repuesto, Comte concentró sus energías en el Curso de filosofía positiva (1830-1842). Descubierto bajo la influencia de Saint-Simon el problema social, Comte consagró su esfuerzo a concebir un modo de resolverlo, cerrando la crisis abierta por la Revolución francesa y sus consecuencias. Halló la respuesta en la ciencia, hacia la que estableció un verdadero culto: el conocimiento objetivo que proporciona la ciencia debía aplicarse a la ordenación de los asuntos políticos, económicos y sociales, superando las ideologías apoyadas en la imaginación, los intereses o los sentimientos.


Augusto Comte (detalle de un
retrato de Louis Jules Etex)

Contra la libertad de pensamiento, origen de la anarquía moral que atribuía a la Revolución, no oponía el dogma religioso o los principios de la tradición, sino la «ciencia positiva» que, al atenerse a los hechos tal como son, proporcionaba -según él- el único punto de apoyo sobre el que se podría edificar un futuro de «orden y progreso». Contrario al individualismo y a la democracia, confiaba en un mundo regido por el saber, en el que productores y banqueros ejercerían una especie de dictadura.

Tales ideas, fundamento del pensamiento positivista, tendrían un gran éxito en los países occidentales desde mediados del siglo XIX, proporcionando un credo laico para el mundo del capitalismo liberal y de la industria triunfante. Sin embargo, Comte vivió una vida desgraciada: el exceso de trabajo le produjo problemas psiquiátricos, un intento de suicidio y el abandono de su mujer. Su rebeldía y su intransigencia le impidieron insertarse en el mundo académico.

Al tiempo que redactaba el Curso de filosofía positiva, Augusto Comte fundó con antiguos compañeros de la Escuela Politécnica la Asociación Politécnica, destinada a la difusión de las ideas positivistas, y, a pesar de la enorme fama conseguida, no logró nunca una sólida posición oficial; llegó a enseñar en la Escuela Politécnica desde 1832, pero no pudo obtener cátedra en ella, y fue expulsado en 1844.

Esta vida agitada, la constante concentración mental, el empeoramiento de las relaciones con su esposa, que terminaron con la separación (1842), y finalmente un nuevo amor senil y compartido sólo a medias por Clotilde Devaux, provocaron hacia 1845 una nueva crisis mental, cuyos efectos se advierten en sus últimas obras, el Sistema de política positiva (1851-1854) y el Catecismo Positivista (1852). Esta última, en la que expuso el evangelio de la nueva religión positivista de la Humanidad, ofrece matices desconcertantes en muchos aspectos y en su lenguaje.

Para fomentar el nuevo espíritu positivista había fundado también, en 1845, una especie de cenáculo en el que se reunían amigos y discípulos, pero este heraldo de la filosofía científica contemporánea había perdido por entonces todo contacto con la ciencia viva de su tiempo, concentrado sólo en sus meditaciones subjetivas. Sólo la ayuda económica de algunos admiradores (como Émile Littré o John Stuart Mill) le salvó de la miseria. Con todo, lo mejor de su pensamiento, reflejado en el célebre Curso de filosofía positiva (1830-1842), estaba destinado a ejercer una gran influencia sobre las más diversas ramas del conocimiento (filosofía, medicina, historia, sociología) y sobre corrientes políticas diversas (incluyendo el pensamiento reaccionario de Maurras).